La Meditación
La meditación entrega sabiduría y conocimiento del ser, ayuda a calmar las emociones y a sanar las heridas al poder observarse a uno mismo. Su poder es curativo y nos enseña el camino de la automaestría. Es una práctica muy recomendada que se extiende, cada vez más, por los hospitales, colegios, institutos etc.
El ser hace un camino de sanación y hace consciente lo que estaba inconsciente y dormido, por ello le ayuda a crecer y evolucionar en su camino de vida. Como caminamos de manera automática por la vida no nos damos cuenta de determinadas lecciones que nos preparan para una mejora de uno mismo. La meditación, si se practica diariamente, nos ayudaría a conectar con esa voz interior y vivir más en armonía con nosotros mismos, y por consiguiente, con los demás.
Nos acerca a la paz, la armonía, el equilibrio, la sabiduría interior, y nos abre las puertas a una asignatura que no valoramos; aprender a amar de forma consciente. Según muchos estudios, la persona que medita, no necesita de medicamentos para calmar su ansiedad, porque es capaz de ver sus emociones, aceptarlas, transformarlas en amor y por ello su capacidad de resiliencia ante determinados momentos de su vida se hace más notoria. Os preguntaréis, ¿pero la meditación es ser monje budista, estar con los ojos cerrados o pensar en cosas bonitas? Creo que cada persona buscará su herramienta en su proceso para conseguir esa calma interior. A veces, se necesita un guía, una voz que nos guíe en esa meditación y en muchas ocasiones, te ayudará a conectar con tu yo interior, y otras veces; sentado o tumbado en tu lugar preferido y simplemente observando la nada y en silencio, lograrás ver ese mundo interior y conectar con tus heridas más profundas para hacer el camino de la evolución del alma.
Por mi humilde experiencia, no me gusta poner reglas y normas para hacer ninguna práctica de meditación, porque en mi caso, comencé a practicarla cuando estaba en la noche oscura del alma y necesitaba un guía, una voz que me ayudara a comenzar y sacar toda esa parte de mí que necesitaba sanar. Durante un tiempo esa práctica fue diaria, luego desarrollé otra forma de meditar; meditaba mientras caminaba por la naturaleza, sola, y buscando en mi silencio las respuestas que necesitaba en aquel momento, y de forma fluida y con constancia, encontré ese mágico lugar de mi corazón. Creo que en el camino hacia nuestra espiritualidad no hay reglas, ni creencias que nos sirvan para ser los mejores meditadores del mundo, lo maravilloso es que cada uno encuentre su forma de meditar que le sea más cómoda, que le transporte a su poder interior y conecte con su luz y con el amor.
Quiero apoyar a todas las personas del mundo para que no se sientan frustradas por no ser llamadas «iluminadas», y que esa palabra se convierte en el anhelo de muchas almas que buscan desesperadamente a alguien que les ilumine, porque están perdidas y porque están atravesando la noche oscura del alma. Como expongo en mi libro «La Magia de tu Vuelo», nadie tiene la verdad absoluta de nada, todos podemos exponer nuestras opiniones en base a las experiencias que hemos vivido y yo os comparto la mía sin ánimo de que funcione para todos o para nadie. Pero por eso insisto, que la meditación nos ayuda a dar claridad a nuestro pensamiento, que es lo que va creando nuestra realidad, abrir nuestra conciencia, escucharla y comenzar nuestro viaje hacia dentro, en lugar de enfocarnos en lo externo para huir de nosotros mismos. La meditación conecta con tu parte espiritual, es decir, tu interior.
Me gustaría dar mi opinión breve de la espiritualidad. Ser un ser espiritual es simplemente vivir esta experiencia de vida, no separándonos del resto, ni sintiéndonos que cuando busquemos esa perfección seremos las personas más iluminadas del mundo. Recordemos siempre quiénes somos, de dónde venimos, para que ese ego espiritual que a veces nos atrapa, no nos nuble la humildad de aceptar que somos seres maravillosos, cada uno con sus procesos evolutivos, y que estamos aquí como trocitos de estrellas formando una sola estrella que sí ilumina a esos trocitos, pero nos necesitamos todos, los unos a los otros, para desarrollarnos como almas amorosas.
TODOS SOMOS UNO